Docencia: cuando el ambiente de trabajo enferma.
- Claudio Altisen
- 3 ene 2015
- 8 Min. de lectura
En las escuelas, como en la vida misma, pasan cosas… pero ¿cómo impactan en quienes le ponen el pecho a diario? Valga la pregunta, porque hay que ponerle el cuerpo a lo que sucede en el transcurso del trabajo docente, y el cuero duele cuando lo real golpea. Dicho sea de paso, y a riesgo de sonar como aseveración de perogrullo: cualquier trabajo produce malestar: obstáculos, dificultades, aciertos, logros. Sin embargo, en la especificidad de los ámbitos laborales docentes, hay peculiaridades que deben ser tomadas en consideración para comprender lo que no anda en el trabajo educativo. Por ejemplo, de manera más o menos general diremos que no podemos perder de vista que la escuela encaja en el lugar donde resuenan los problemas de la sociedad. Y de cara a esos problemas el imaginario social carga exigencias sobre el rol docente. En consecuencia: el docente queda sobredeterminado en su rol.
Nos enfocamos en los malestares subjetivos orientando nuestra reflexión en torno a la sobredeterminación del rol docente, porque de otro modo no sería posible en estos pocos párrafos decir algo sobre la singularidad de los malestares subjetivos de los educadores. Pues el malestar subjetivo de cada sujeto particular, que pasa por su cuerpo y altera sus funciones, es efecto de lo que lo afecta… básicamente: lo que repercute en el cuerpo ocasionando el malestar es el lenguaje embragando con el discurso de la época y la ética del sujeto. Precisamente, es entonces en torno al “rol” (socialmente establecido acorde al imaginario imperante en una época) donde podemos darnos a pensar algunas tipificaciones sobre los efectos colectivos del discurso en relación a la configuración de los afectos dominantes en una determinada época. Son discursos “dominantes” aquellos con los que las personas se identifican fácilmente, y en concordancia con los cuales asumen un “rol”; es decir, identificándose con él intentan sustentarse en el lazo social. Justamente, el malestar tiene que ver con eso: es respuesta a un discurso que no sustenta porque no “hace pareja”, no se presta a la entrada en relación, no inventa los semblantes de la pareja, no hace lazo. En consecuencia: se trata de una discursividad que no sirve a los sujetos para que puedan soportar el encuentro con lo real. Y entonces solo quedan los síntomas particulares para sustentar los lazos.
Una discursividad sobredeterminante del rol docente, es fuente de malestar en las escuelas, tanto para los educadores como para los estudiantes. En concreto: desde la escucha clínica de los psicólogos en sus consultorios, puede apreciarse esa sobredeterminación del rol. Por ejemplo: se le exige al docente que sea subsidiario de la función paterna y materna, subsidiario de la familia. Encima, en algunas instituciones está ese imaginario según el cual el docente es como un “apóstol” que tiene que entregarse totalmente, las veinticuatro horas del día, a la acción pedagógica. Por otro lado, se pasa de la imagen tradicional del “apóstol”, a la imagen noventosa del “profesional” neoliberal, según la cual el docente es visto como un “recurso humano” en una empresa capitalista, abocado a “satisfacer clientes”. Y por si fuera poco, también se le pide al docente que sea asistente social, psicólogo, transmisor de saberes, empapado de toda la normativa y la consiguiente acción pedagógica que el Ministerio de Educación envía a las escuelas. Entonces, puede verse que hay una cantidad impresionante de determinaciones que componen un abanico que hace que el docente nunca pueda estar a la altura de todas las demandas. Esto no hace más que asegurar frustración en el rol docente. Fastidio y pesadumbre, que son los afectos de la no-relación, de la carencia de lazos, de la ausencia de semblantes que sustenten. Y esos afectos suelen expresarse al modo de un malhumor generalizado (que da cuenta de un “no querer saber nada de la desunión”), o deprimiéndose (tomando sobre uno mismo la culpa por la ausencia de lazo). En tal sentido, los afectos ligados al malestar, no solo son efecto, sino también signo o manifestación de una posición personal en el discurso que atraviesa a los docentes. Es que el educador no puede sustentarse siendo a una vez: padre, madre, psicólogo, asistente social, pedagogo, apóstol, profesional… ¡héroe!
Pues bien, ante esa sobredeterminación del rol encontramos en los extremos dos actitudes típicas:
1. Por un lado, están los docentes que se involucran creyendo que si asumen todas esas demandas van a cumplir bien el rol. Pero por ese camino no va a obtener otra cosa más que el dolor. El dolor de no poder responder auténticamente a todos.
2. Por otro lado, otros docentes se desinvolucran quedando en la inercia del “nada puedo hacer”.
¿Qué hacer frente a ese cuadro de situación?
Como primer paso hay que reconocer que la sobredeterminación del rol implica un cuadro de dolor, de malestar, de síntomas, que hay que tramitarlos; esto es: que hay que hablar de eso, para poder alojar y sostener al sujeto que sufre.
Ahora bien, tengamos en cuenta que se puede tramitar “mal”, cuanto menos de tres maneras:
a. Una forma de tramitar mal es cuando el docente intenta transformarse en héroe. Es decir, cuando se sacrifica ofreciéndose como víctima. Arriesga su vida ahí, en la escuela, para todo lo que la acción pedagógica necesita de él.
b. Otro mal trámite es quedarse en la inercia… Sucede cuando el docente habla y se comporta como un resignado que nada más hace queja y refunfuña. Cree que la escuela es un lugar donde ni él ni nadie nada pueden hacer respecto de una realidad social que a todos desborda.
c. Por último, tramita mal aquel docente cándido que ingenuamente cree que puede transformar la realidad edulcorando el transcurrir de las horas en la escuela. A lo sumo consigue un efecto narcótico, tras haber cubierto de flores las cadenas.
Entonces, frente a ese cuadro de situación, ¿qué hacer? Sin dudas que lo principal tiene que ver con salirse de estos tres lugares, atravesándolos. Pero para poder traspasarlos, es necesario poner en juego dispositivos institucionales que favorezcan una reflexión crítica sobre el malestar. Esto supone un doble movimiento: desinvolucrarse del rol sobredeterminado, pero a la vez involucrándose con el lugar de un transmisor de cultura que se constituye a sí mismo mediante eso que hace día a día en la escuela. Porque, en la tarea educativa, el docente no solo constituye al otro, sino que en lo que hace se está configurando a sí mismo en tanto que sujeto histórico.
De más está decir que esto necesariamente involucra un trabajo con la comunidad educativa en su conjunto: con alumnos, docentes, directivos, funcionarios, padres, vecinos, etc. Porque, si bien el malestar clínico se escucha individualmente en los docentes que van al consultorio a decir: “estoy cansado, siento que no puedo responder a todo lo que me piden”, sin embargo la tramitación del malestar tiene que hacerla con otros. Y este “hacer con otros” implica una praxis (un conjunto de relaciones de articulación entre el discurso y la práctica). Una praxis comunitaria basada en un ejercicio dialéctico que abra lugares en donde el docente pueda hablar de lo que le pasa, que alguien lo aloje institucionalmente, que alguien pueda recibirlo y escucharlo, que haya equipos profesionales (al interior de las escuelas o en los gremios o en otras entidades de algún modo vinculadas a los colegios) que le ayuden a descargar el peso de los discursos que sobredeterminan su rol. Vale decir: se requiere diseñar e implementar dispositivos (en el sentido que Foucault le dio al término) que resulten aptos para alojar subjetividades.
El principal propósito de los dispositivos, no ha de consistir en brindar consuelos para que los docentes puedan seguir tirando y aguantando en sus tareas cotidianas; antes bien, se trata de una sostenida insistencia en la palabra para dar ocasión a un cambio en la posición subjetiva del docente. Esto propende a un posicionamiento ético responsable, alejado del lugar de la queja permanente en la que muchos docentes están instalados. Porque la queja no es demanda. Además, la queja es otra sobredeterminación que se agrega a las que ya pesan sobre él en el imaginario social: el docente es un personaje siempre quejoso, y escasamente resolutivo. Salir de la queja implica tramitar pasando de la queja a la demanda. Esto es: transformar la queja en pedido, para poder hacerse cargo de lo que uno pide al otro, y bregar con el otro por conseguirlo. Salir de la queja, entonces, implica: tramitar, elaborar y conectarse auténticamente con el placer de crear y de transformar. Esto supone poner en juego la palabra, arribar a decisiones compartidas (con padres, con alumnos, con colegas, con directivos, con funcionarios, que estén a la altura de las circunstancias). O sea que la salida es creativa. La pasividad y la queja son encerronas que no solucionan nada… y el lugar del héroe, aunque “parezca” que aporta alguna salida por la vía del voluntarismo en pos de encumbrados ideales, también es un lugar dificultoso, porque el héroe paga con su propia vida. El héroe no paga con lo que tiene, sino con lo que es.
El heroísmo, la queja, la pasividad, no resuelven nada. Y es por eso que, antes o después, quienes la van de heroicos, quienes tan solo hacen ruido con su quejumbroso repiquetear, y quienes pasivamente flotan en un idealismo pueril e ingenuo, a la postre acaban por fastidiarse. Por eso insistimos una vez más en la necesidad de poner en juego dispositivos que favorezcan una praxis crítica. De no ser así, seguiremos viendo docentes que sufren el peso de un sistema que es incapaz de alojarlos como sujetos. Docentes que se caen de un sistema que no incluye la subjetividad de sus actores. En concreto: seguiremos viendo el incremento de docentes que se ausentan del trabajo, que piden licencias, que son examinados por juntas médicas, que pasan a tareas pasivas, y que acaban siendo terapizados y medicados. ¿Por qué? Pues porque llegan a un punto en el que ya no soportan las condiciones laborales y el clima de su medio ambiente de trabajo.
Al respecto, algunas investigaciones recientes llevadas a cabo por el Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP) describen un considerable porcentaje de docentes cuyo malestar subjetivo remite a agresiones verbales recibidas por parte de la patronal (particularmente en el Norte de nuestro país), y también a amenazas y maltratos físicos y verbales ejercidos por el empleador, por los directivos, por los estudiantes y por los padres de los chicos (sobre todo en la primaria). En congruencia con lo que veníamos diciendo, resulta relevante prestar una muy detenida atención a que un alto porcentaje de docentes manifestaron haberse sentido amenazados por las autoridades de la escuela donde trabajan. Esto nos habla de una violencia sutil, que puede ser entendida como violencia simbólica (en términos de Bourdieu), la cual se traduce en malestares que ponen tensión en la escuela, influyendo negativamente sobre el clima institucional en su conjunto. En tal sentido, valga repetir una vez más que se debe reforzar el diseño e implementación de dispositivos específicos para atender al malestar docente, recobrando el valor de la palabra y planteando interacciones dialécticas que den ocasión para que el sujeto pueda reposicionarse en el rol docente y dirimir las cuestiones que le aquejan en diálogo con los otros. El desafío, entonces, consiste en construir dispositivos institucionales que permitan elaborar y tramitar las dificultades referidas a las condiciones y medio ambiente de trabajo de los docentes, así como también a las condiciones de aprendizaje de los estudiantes a su cargo.
Valga decir, finalmente, que... ya que tanto se trabajó y se sigue trabajando en políticas de inclusión de los estudiantes, es hora de empezar a pensar en políticas de inclusión de los docentes (referidas a su pertenencia, al acompañamiento y a su sostenimiento subjetivo en el sistema) y a trabajar en el diseño de acciones congruentes con una política de inclusión como esa.
NOTA:
Este es el LINK del reportaje radial tras el cual me sentí motivado para escribir este artículo.
https://www.facebook.com/photo.php?v=10152994948597790

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